Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, agosto 30, 2004

“Algo más que un Réquiem”

Pocos momentos más emocionantes existen para la experiencia de un oyente de sala de conciertos que esos segundos previos al arranque del ‘Dies irae’ del Réquiem verdiano. Los violines preparan sus arcos, el percusionista se sitúan frente al bombo sinfónico y con su mano tapa la membrana de cuero del instrumento para evitar que vibre antes de tiempo, la sección de viento metal acerca las embocaduras de los dorados tubos de metal a sus labios, el coro detiene su respiración y más de un centenar de ojos esperan el gesto tajante del directo para permitir la explosión de un tutti generoso y estruendoso.

Así sucedió una vez más en el Festival Internacional de Santander que volvió a programar el Réquiem de Verdi, en esta ocasión con el noble motivo de conmemorar a las víctimas del terrorismo. Tuvimos emoción y desgarro con la Orquesta y Coro del Teatro Comunale di Bologna dirigido por Daniele Gatti. Una horas antes habíamos presenciado a la misma formación interpretando el Réquiem alemán de Brahms, dos obras distintas pero abordadas desde un mismo prisma interpretativo. Como para gustos están los colores tal vez muchos esperaran claridad y brillantez en la presentación del Verdi, y tuvimos nuevamente un sonido denso y “sucio” –con perdón- que pare el que les escribe es la mejor herramienta con la que narrar esta partitura. Densidad pero con mucho empuje, fuerza e intensidad dramática. ¡Ahí es nada!

Los solistas despuntaron igualmente en emoción y eficacia desde sus cuerdas vocales. El joven bajo Andrea Papi articuló su primera intervención pronunciando el ténebre canto ‘Mors stupebit’ llegando hasta lo más profundo, no del registro sino de nuestro entendimiento. En el polo opuesto, tímbricamente hablando por supuesto, la soprano Florenza Cedolins nos emocionó al final de la partitura con un susurro en boca del ‘Libera me’ que, de no haber sido por el confuso final con aplausos que se cortaron y el emotivo y respetuoso silencio de director y orquesta, nos condujo directamente al cielo.

El director, remarcando los silencios y las pausas para respirar entre títulos, gustó mucho y volvió a ser personal ante sus músicos. El coro cosechó gran parte de los aplausos del respetable, que celebró prolongadamente la audición de esta obra, en sus intervenciones acertadas y con la potencia esperada.

No puedo imaginar mejor forma de rendir un homenaje que escuchando música, no existe mejor manera de rechazar la violencia, sea del género que sea y venga de donde venga, que mediante un concierto. Ojalá el mundo caiga en la cuenta de lo imprescindible que es la música y lo absurdo que es causar el mal a otras personas. Desde el recuerdo de las víctimas del terror en nuestro país, desde la triste certeza del sufrimiento que en estos segundos sufren en decenas de países del mundo a causa de la guerra, de la muerte servida en raciones diarias. Desde la congoja de sentirse afortunado por poder “combatir” con solidaridad lo que tendría que solucionarse con política y diplomacia y que raramente tiene solución, escuchamos el concierto del pasado domingo. Algo más que un simple acto social, algo más que un Réquiem.