“Espectacular por naturaleza”
El Festival Internacional de Santander presentó, el pasado martes, uno de los conciertos más intensos de piano de cuantos hemos podido ver en la Sala Argenta en los últimos años. Se trataba de un recital de Grigorij Sokolov con un programa denso y complejo pero con el que pudimos adentrarnos en las profundidades más puras de la música: en su pensamiento.
Sokolov es espectacular de la misma manera en que lo son unas cataratas que se precipitan al vacío desde la altura, como el cañón por el que transcurre un río o las olas que rompen con furia contra un acantilado: es espectacular por naturaleza. No hay un intención clara de sorprender con artificios técnicos sino una demostración rotunda por su parte de las cualidades con las que es capaz de hacer que sobre el escenario únicamente exista el elemento más puro de la música, el sonido. Sokolov ofreció lecturas apasionantes de Bach y Beethoven, celebradas con la presencia de su instrumento claro, potente, definiendo cada aspecto de la partitura y adentrándose en las profundidades más complejas de las obras. Un ejemplo, el último movimiento de la Op. 111 beethoveniana supuso una hipnótica experiencia frente a la perfección; los trinos articulados por el compositor alemán se interpretaron con la maquinal presencia de un mantra, conmoviendo al oyente e implicándole de una forma sensorial con el contenido de la obra. Tras la última nota de esta pieza se produjeron unos segundos de silencio, un instante de reflexión profunda en el que recobrar el aliento entregado al maestro Sokolov. Quien les escribe tenía la sensación de haber esta corriendo una maratón al lado del sonido de este piano, una sensación física que trascendía a la netamente musical.
Desde la distancia del genio, que se nos antoja encerrado en su mundo, el pianista nos brindó una tercera parte tras las dos de rigor sobre el programa. Hasta seis nuevas obras interpretó como propinas a un público que ovacionó y solicitó más y más música. En estos bises nos encontramos con Chopin y Scarlatti a partes iguales, pero lo que hayamos fue nuevamente genialidad y pureza en interpretaciones únicamente repetibles por el propio Sokolov. La presencia escénica de este maestro se distancia del público, elemento indispensable para realizar un concierto pero prescindible, al menos en apariencia, para este pianista. Interpretó el programa del tirón, sin parar para recoger los aplausos que señalaban el fin de una obras y el comienzo de la otras. Con los antológicos bises, más de lo mismo, distancia y una única cosa importante: la música.
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