“El consenso de las corchéas”
Siempre que asisto al ensayo de una orquesta y veo a los músicos frente a sus atriles con ropa de calle en lugar de sus trajes de gala, la sala de conciertos más iluminada que de costumbre y al director, también en mangas de camisa, hablando con los intérpretes para explicarles cómo quiere que suene exactamente un determinado pasaje me viene a la cabeza los ‘Conciertos para jóvenes’ que dirigía Leonard Bernstein. Y no se muy bien el motivo si les soy sincero, pues en aquellos conciertos la Filarmónica de Nueva York vestía de etiqueta y cuando se emitió el último de ellos quien les escribe apenas contaba con un año de edad.
El martes a primera hora, tras el encuentro con los medios de comunicación, la Orquesta Sinfónica del IV Encuentro de Música y Academia se juntaba por primera vez al completo en la Sala Argenta del Palacio de Festivales. Empezaron la mañana del domingo a ensayar por grupos instrumentales y el concierto público en el que les podremos conocer se producirá este mismo jueves. Noventa músicos bajo la batuta de Péter Csaba, todos ellos jóvenes y todos ellos ya con una vida, la suya, dedicada a la música. Entonces la fanfarria que abre, con timbales y trompetas, la Suite Número 1 de ‘El sombrero de tres picos’ de Manuel de Falla trasformó el confuso estruendo armónico de los instrumentos que afinan en algo más concreto: el preámbulo para un ensayo. Csaba pidió a los trompetistas que proyectaran el sonido, con sus gestos demandaba que se escuchara en la última butaca de la Argenta. De eso se trataba y de eso se trata, al menos es la sensación que percibimos de este ‘Encuentro musical’; que se escuche la música en el último rincón y que nadie pueda decir que no ha tenido oportunidades para ello.
Unos minutos antes el director de orquesta transilvano confesaba que la base de este encuentro estaba en su dimensión pedagógica, pero el resultado visible está en los múltiples conciertos que jóvenes talentos y veteranos profesores ofrecen, juntos –y denle a esta palabra todo su significado- durante estas semanas. Puede sonar adulador, pero créanme que no lo es. El hechizo y la enorme suerte de poder escuchar los primeros sonidos de casi un centenar de personas que se ponen de acuerdo en algo, teniendo la certeza que en apenas unas horas estarán mucho más de acuerdo en todo es simplemente emocionante. La música sigue siendo ese lenguaje con vocación de artístico pero con la indiscutible adjetivación de Universal. Se pongan como se ponga en la Naciones Unidas, con corcheas se logra más consenso.
Y es por eso, por la dimensión pedagógica, y la comunicativa, y la emocional, la de juventud, la de ilusión por un futuro distinto... por lo que cuando veo una orquesta “con ropa de calle” me acuerdo de Leonard Berstein. Y claro que también me acuerdo de la necesidad que aún hay hoy en día de acercar la clásica a “todos los públicos”, de quitar miedos y convencionalismos desfasados. Incluso desde las formas de ofrecer esta música. De escuchar música, con perdón, “en vaqueros”, ya les digo: con ropa de calle.
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