“El Coro Lírico en el Baluarte”
Tal vez recuerden la producción de ópera que el Palacio de Festivales nos presentó hace dos temporadas de la obra de Puccini ‘Madame Butterfly’. En aquel momento no pude escribirles ninguna crítica sobre su estreno pues la hermosa casualidad hizo que con la caída del telón final el día de su presentación comenzara la vida de mi hija María.
Ahora, unos meses después, la pequeña María corretea por toda la casa y dice muchas palabras, cena “como los mayores” y se ríe a cada segundo. También estos días el Auditorio de Navarra ‘Baluarte’ ha recuperado la producción que les comentábamos representándola tal y como la vimos en Santander, y por ello el Coro Lírico de Cantabria, como ya hiciera en la gira posterior a su estreno, se ha desplazado fuera de su escenario habitual. Una ocasión fantástica para poder volver a ver esa ópera, para conocer el nuevo Auditorio y Palacio de Congresos de Pamplona y, cómo no, admirar una vez más el sonido de un coro, el nuestro, que asienta su trascendencia e interés más allá de lo exigible para una formación de este tipo.
No resultaría lógico plantear ahora una reseña crítica sobre la representación del pasado fin de semana en Navarra, pero permítanme algún apunte al respecto ya que no lo hice “en su momento”. La Butterfly de Lindsay Kemp supone un ejercicio de poesía y belleza que se identifica profundamente con la partitura estrenada hace ya un siglo. El escenógrafo y bailarín británico logró firmar en aquel entonces un trabajo magistral y delicado en el que emplea todos los elementos a su alcance para ofrecernos un trabajo hermoso en la dimensión más amplia del término, contando para su objetivo con voces de primera fila y un equipo técnico que ha sido capaz de hacer material algo que parecería solo asequible en un sueño. Es emocionante como lo es la música de Puccini, y traduce esa expresividad en escenas que afectan a nuestra sensibilidad con el gusto del detalle, la hermosa luz que nos conmueve, o con la delicadeza de un pétalo que cae sobre el escenario.
Del Coro Lírico de Cantabria únicamente podemos escribir palabras que alaben su trabajo. Desde las butacas del Baluarte pudimos sentir esa extraña sensación de “orgullo ajeno” al disfrutar con sus evoluciones en escena. Como si quisiéramos decir al resto del respetable... ¡que es el coro de nuestro Palacio! ¡y que bien lo hacen!. Lastima que aún no tengamos una orquesta que también lleve el apellido de nuestras instituciones a otros escenarios y con la que poder sentir el mismo orgullo. De momento, nos conformamos –y mucho- con la agrupación dirigida por Sanz Vélez.
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