Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

domingo, agosto 08, 2004

“Pedro el Grande... de Babel”

El pasado sábado concluyó la presencia del Helikon Opera Theatre en su tercera visita al Festival Internacional de Santander. Tras su participación en el estreno de ‘Norma’ y la afortunada presentación del ‘Caso Makropoulos’ le llegó el turno al ‘Pedro el Grande’ del compositor francés André-Modeste Grétry.

Ya hemos comentado desde esta páginas, este mismo año y en ediciones precedentes, la clara intención de la compañía de ópera rusa de conquistar al público ofreciendo producciones alejadas de los títulos convencionales del repertorio. En el caso que ahora nos ocupa esta propuesta se convierte en ‘máxima’ al ofrecernos no únicamente una obra poco conocida para nosotros sino descubriéndonos, prácticamente en un sentido literal, al compositor responsable de la misma. Bien es cierto que el periodo de la Historia de la Música en el que le tocó vivir, compartiendo fechas con genios como Haydn, Mozart o Beethoven, dificulta que sus obras trasciendan más de lo que lo han hecho. Pero el caso es que pudimos situarnos ante una partitura amable, agradable y dentro de las normas del estilo y la forma correspondientes a su época.

Bertman idea un montaje muy divertido y ágil, cediendo protagonismo al conjunto de coro y solistas en un ‘perpetuum mobile’ que engarza la escenas en un creciente sentido cómico. Imaginamos que el montaje original contaba con las explicaciones en ruso por parte de los actores de las intervenciones francesas del libreto de la obra. El Helikon pretendió realizar un esfuerzo al incorporal el castellano a esos dos idiomas sobre el escenario, con un desafortunado resultado que trasformó en babel muchas escenas. Aún con todo nos resultó entretenido e interesante.

Constantes guiños al público, complicidad con el respetable, hermosas situaciones como en la que el director de la orquesta –Sergei Stadler- interpreta a petición de los cantantes “algo de Gretry”, la aparición sobre el escenario de los programas de mano de la propia ópera para así poder contar “lo que pasaba”, la niña directora de coro... fueron recursos fresco y divertidos, sin más trascendencia que el buen humor pero con mucho sentido.

La escenografía es original y con ciertas posibilidades dinámicas a pesar de ser muy estática. El vestuario, por su parte, un genial logro al reconstruir trajes de época empleando el tejido vaquero de forma muy ocurrente.

En el apartado vocal, como no podía ser menos, nuevamente un alto nivel general de solistas y figuración en un producto coral y equilibrado. Tal vez la voz del solista que encarnó a Pedro el Grande resultó algo más pequeña que lo que nos indicaba su título. En todos ellos, sin excepción, ese magistral sentido dramático que permite hacernos llegar música y texto en perfecta simbiosis.

Después del drama de Norma y el conflicto de Makropoulos no pudo terminar mejor este ciclo Bertman en la 53 edición del F.I.S.: con una sonrisa en los labios.