Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

jueves, agosto 19, 2004

“¿Todo vale? ¿Todo Valent?”

El compositor y pianista debió de decir un día a sus músicos. -¡Tocamos en el Festival Internacional de Santander! ¡Otro estreno que me patrocinan!- Entonces debió decidir hacer la primera parte de su concierto con canciones de autores sudamericanos pero, para obtener más beneficio, arreglándolas él mismo para sexteto de cuerda en lugar de emplear el piano sobre el que estaban escritas. Y se le ocurrió dejar que las cantara Teresa Barrientos. - ¿Pero no tiene poca voz para ese repertorio? – Debió preguntar uno de sus músicos. – ¡No te preocupes hombre! – seguro que contestó el pianista y compositor, - amplificamos su voz y todos los instrumentos y ya está. – Pero eso es una chapuza -, tal vez le indicó otro de los músicos. – ¿Y qué más da si vamos a cobrar lo mismo? Es más, si logro que se trasmita en directo para toda España, será aún mejor.

Y así fue, o así debió haber sido. De lo que no cabe la menor duda es de que el concierto de Joan Valent & Ars Ensemble en la 53 Edición del F.I.S. supuso una soberbia tomadura de pelo para el público y, lo que es peor o igual de malo, para la memoria de la música. Con pretensiones e ínfulas de quien se sabe en la cresta de la ola, Valent ofreció una primera parte de guateque en la que profanó –de profanar- la belleza sublime de un puñado de temas inmortales de Piazzola, Lecuona, Ginastera o Guastavino para realizar sobre ellos unos arreglos sosos, impersonales y distanciados. La voz de la que tendría que haber sido una soprano sonó como un remedo de quien pretende ser Ana Belén, o Nina Hagen, o las dos cosas a un tiempo. Como diría un buen amigo mío, acostumbrada a trabajar en la BBC: bodas, bautizos y comuniones. Amplificado su registro del mismo modo que el resto de los instrumentos –menos el piano- todo fue triste y confuso. Los instrumentistas, para no desmerecer ni un punto, desafinaron lo propio y a manos llenas.

Increíble que tras haber escuchazo a Sokolov o visto la ópera de Pekín, el mismo escenario se tiñera de pachanga sobre obras tan hermosas como las propuestas. Para la segunda parte un programa integrado con piezas de Valent y dos estrenos. Pero he de confesarles que esta segunda mitad la escuché desde la radio de mi coche, brindando por el “talento” de Valent que había sacado rasca, una vez más, de nuestro F.I.S. Como hace unos años cuando escribió la partitura de ‘Troya Siglo XXI’, en aquel momento comenté de su obra que era “una aburrida asimilación de la estética minimalista que acude a puntos comunes para no lograr transmitir la pasión que se esperaba”. Creo que no cambio una coma para esta ocasión.

En otras fechas, cuando el aforo de la Argenta queda tan vacío como sucedió el pasado miércoles, suelo llorarles la pena de que tanta gente se quede sin acudir a espectáculos interesantes. Hoy nada les voy a decir sobre ello, al contrario. Mis vecinos de butaca comentaban en voz lo suficientemente alta como para que les pudiera escuchar, que “no estaba aplaudiendo”. Sinceramente le digo: no tenía muchas ganas de batir palmas, ni por educación ni por vergüenza torera. Y es que... ¿todo vale? ¿todo Valent?