Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

martes, agosto 17, 2004

“No sólo una gala”

Exitosa Gala Flamenca la vivida el pasado lunes en el escenario de la Sala Argenta y dentro de la programación del Festival Internacional de Santander. Pero que nadie se llame a engaños y sobreentienda que bajo esta calificación “gala” se escondía un pretexto para articular diversas actuaciones sin más intención de conjunto. La gala que nos ocupa fue un espectáculo en toda la extensión del término y nos ofreció un magnífico trabajo global y espectaculares intervenciones particulares.

Los cuatro elementos fueron la excusa elegida por el productor Miguel Marín para entregar cada uno de ellos a cuatro personalidades bien distintas dentro del mundo del flamenco. Cuatro realidades diversas pero un único objetivo común: crear un universo flamenco unido por la música de Gerardo Núñez con la impagable presencia y participación de Perico Sambeat.

Alejandro Granados fue la tierra, el elemento primitivo y primigenio sobre el que mecer las olas del mar y sostener el techo del aire. Su danza fue la más visceral y auténtica de todas, entregado y pasional arrancó el espectáculo y fue templando al público, poco a poco, que acabó entregado por completo. Después una de las jóvenes realidades del baile. Rocío Molina quiso ser agua y olas, y su danza se llenó de coraje y furia en una propuesta en la que la cola de su vestido participó igualmente del movimiento sugerido por sus manos y el poder de trasmisión de su rostro. Hubo quien, desde la platea, comparaba su estilo con el de las más grandes: tiempo tendremos de comprobarlo.

Carlos Rodríguez fue aire fresco, sabor mediterráneo desde una perspectiva de movimiento abierta a nuevas vientos. Transculturación del arte flamenco y elementos ajenos que se tiñen de los propios en un desarrollo hermoso. Y, por último, el fuego en la voz más experimentada de todo el elenco. Carmen Cortés desgranó su coreografía en el camino de los matices dinámicos que transcurren desde el movimiento mas sereno y delicado al zapateado más potente y agresivo. Fue rescoldo y llama.

La música escrita para este espectáculo se apoyó sobre palos bien definidos del arte flamenco pero deslizando entre ellos giros y elementos de otros muchos. Un continuo sonoro con gran efectividad en lo instrumental y menos tino en lo vocal, tal vez por motivo de la sonorización de sala. Muy importante el trabajo realizado por la percusión imaginativa de Nacho Armany y el gusto y profundidad de Sambeat.

Detalles y motivos sencillos coordinaron todos los elementos –los de aire y los de tierra- en uno solo, que tomó forma y nombre de flamenco. Los colores del vestuario, la enea de la silla del fuego o la aparición del viento del saxofón con la llegada del aire, la unión entre ellos en forma de olas que lamen la tierra o de aire que levante las olas. Una caracola en una playa o la danza final: los cuatro juntos. Un gran espectáculo, no sólo una gala.