“El ‘flaco’ ya tiene heredero”
Cuando en el año 1988 Julio Bocca debutaba en el Festival Internacional de Santander lo hacía en sustitución de Baryshnikov y con un programa en el que se incluía, entre otras obras, el celebérrimo paso a dos del Corsario de Petipa. Ahora, cuando el ‘flaco de rostro triste’ barrunta su retirada de los escenarios –según sus palabras tan solo le restan tres para hacerlo-, regresa al F.I.S. y nos presenta un programa en el que de nuevo se escenifica el paso a dos que tanto gustó hace dos décadas. Pero en esta ocasión es Hernán Piquín el que lo baila. Parece como si Bocca nombrara ante su público un príncipe sucesor para ocupar el trono que quedará bacante en el “Ballet Argentino sin Julio Bocca”.
La velada de la primera de dos comparecencias de esta compañía de ballet en la sala Argenta se abrió con ‘Septiembre’, un ejercicio neoclásico a modo de aperitivo, desarrollado desde líneas muy abiertas y con la primera oportunidad de la noche de conocer a Piquín que estuvo acompañado por el emblema femenino de la compañía de Bocca: Cecilia Figaredo. Tras el dulce comienzo un plato más recio y consistente. Macbeth y Bocca en un ballet argumental sobre la obra de Shakespeare. Con un lenguaje corporal más agresivo y un gesto dramático sublime por parte del bailarín argentino conocimos el desarrollo dramático ideado por Ana María Stakelman y que apoya toda su eficacia en la sabiduría escénica de Bocca. Él es él y ella al mismo tiempo, una dualidad que funciona más sobre el papel que en la escena y crece gracias a la profunda música de Ligeti más que por la síntesis argumental escogida. Entendemos la historia del mismo modo que si leyéramos un breve resumen.
El ‘pas de deux’ del Corsario nos trajo de nuevo a Piquín, diciendo con su cuerpo cuanto de potencia tiene su baile y lo muy capaz que es de afrontar una pieza tan rotunda como ésta. Voló por el escenario de la Argenta con la obra que ha consagrado a muchos de los grandes bailarines que en la historia han sido y lo hizo para demostrarnos que él quiere ser uno de ellos. Un giro inesperado en el conjunto del programa y que certificó su papel de ‘tarjeta de visita’ de Hernán Piquín en nuestra escena.
Después ‘The River’, coreografía típica y tópica del ballet americano con todos los puntos comunes habituales en este tipo de trabajos. Elasticidad, luz y tonos pastel sobre bailes deliciosamente bellos y equilibrados hasta decir basta. Alvin Ailey firma esta pieza que fue presentada en el año 1970 por el American Ballet Theatre sobre música de Duke Ellington. Un largo recorrido en el que vimos de nuevo destacar a Piquín, esta vez en su vertiente más cómica y expresiva.
La segunda parte, que se hizo esperar con una primera mitad más densa que lo deseado, estuvo integrada exclusivamente por Night Chase de Chet Walker. Movimientos coreográficos de conjunto al gusto de West Side Story en una dignificación escénica de la estética retro y del ‘revival’ de los años de la ‘disco’. Una coreografía divertida y diversa, con una escena cuidada y un diseño de luces interesante que terminó, con el último movimiento, en un apoteósico efecto escénico que trasformó a los bailarines en sombras y a las sombras en cuerpos de nuevo.
Resumiendo... que Bocca ya tiene heredero y el Ballet Argentino mucho más que decirnos.
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