Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

sábado, agosto 23, 2003

“Gades, José Antonio, Carmen Amaya...”

Emotivo homenaje a Antonio Gades y fabuloso espectáculo de la ‘Compañía Andaluza de Danza’ presentado en el Festival Internacional de Santander el pasado viernes. Una propuesta que cerró así el ciclo de danza del la 52 edición del F.I.S. y que logró colgar el cartel de ‘no hay localidades’ en sus dos funciones.

La primera parte estuvo dedicada al bailarín y coreógrafo Antonio Gades; para ello se recuperó su inmortal visión de ‘Bodas de Sangre’ en una versión que, nuevamente, conmovió a los asistentes de la Sala Argenta del Palacio de Festivales. El universal de Lorca, emparentado en sangre con el flamenco en sí mismo, es a manos de Gades fusión entre teatro bien narrado con el gesto y la esencia del flamenco condensada en los movimientos justos, los necesarios para trasmitir toda la emoción y el drama contenido en el texto de Lorca. Los encargados de bailar cada fragmento lo hicieron con sencillez, sin alardes innecesarios ni espectaculares desarrollos. Simplemente se encargaron de revivir una coreografía en la que todo está calculado y en la que hay momentos de una belleza plástica difícilmente superable. Es el caso de la lucha a cámara lenta o de los bailarines a caballo en busca de su fatal destino.

Tras esta coreografía el presidente del Gobierno de Cantabria y el Consejero de Cultura, Turismo y Deportes entregaron al creador alicantino una placa conmemorativa de este acto. Por su parte Antonio Estreve Ródenas –Gades- recordó sus comienzos en el mundo del baile, acontecidos precisamente en Santander.

La segunda parte estuvo dedicada a la coreografía que José Antonio escribió bajo el nombre de ‘La Leyenda’ y que habla de Carmen Amaya –como ven, una noche de grandes nombre del flamenco-. En una sucesión de palos se evoca la figura de la gran bailaora sobre un espacio escénico desnudo. Pero el fondo del escenario estaba articulado con paneles negros que, en su movimiento, ofrecieron sorpresas escénicas que encadenaban los números mostrando y enseñando a músicos del directo o a bailarines. De la gran Amaya se ofrecieron retazos de su arte, tal y como nos indicaba el programa de mano, “sin pretensiones biográficas”, pero sí con toda la intención de hacer grande el recuerdo de la bailaora nacida en el barrio barcelonés de Somorrostro y de la que ahora se conmemoran los cuarenta años desde su muerte. La dualidad de su arte, el enfrentamiento de su baile a medio camino entre el del hombre y el de la mujer, aparece reflejado en una Carmen desplegada en dos bailarinas, Ursula López y Elena Algado, unidad de lo diverso que se compone en una hermosa figura que enlaza a ambas artistas: blanco y rojo, la mujer y lo inmortal.

La ‘Compañía Andaluza de Danza’, que ya dejó un gran sabor de boca en su visita hace unos meses al escenario de Tantín, ha logrado en sus años de existencia cuajar una formación sólida que, a imitación de las ‘compañías nacionales’, produce espectáculos propios y recupera otros ya escritos pero siempre dentro de unas coordenadas de mucha coherencia en lo que a calidad se refiere. En un momento en el que “lo flamenco” es en no pocas ocasiones excusa para el lucimiento y el rendimiento de un puñado de nombres propios, en esta formación se trabaja de forma coral con la firma, eso sí, de José Antonio.