Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, agosto 11, 2003

“El Arco Iris de Robert Willson”

Uno de los momentos más esperados de la 52 edición del Festival Internacional de Santander tuvo lugar la noche del pasado sábado en la Sala Argenta con la presentación de la ‘ópera gospel’ La Tentación de San Antonio. Una idea escénica de Robert Willson con la música original de Bearnice Johnson Reagon.

El espectáculo funcionó a la perfección, tal vez con la necesidad de haber contado con un sistema de traducción simultánea o de haber dedicado algo más de tiempo –por nuestra parte- a leer el libreto que desarrollaba la novela homónima de Flaubert. Un freno que nos impidió sumergirnos en las profundidades de una obra que, aparentemente ligera por la complicidad y ritmo de su música, esconde en su interior una reflexión amplia y profunda sobre el ser humano, la religión y la búsqueda de un ideal –sea el que sea-.

El espacio escénico se presenta desnudo pero con multitud de colores que, en forma de luz, visten y desvisten la escena una y otra vez, convirtiéndose este elemento en un indispensable para acercarse a la obra. Luces que, en ocasiones, son simbólicas en un perfecto complemento con el texto y que en otras caminan de la mano de la música. También tuvimos luces más confusas por su repetición y saturación, imagino que también con su parte de mensaje.

El carácter minimalista de las creaciones de Willson deja que sea el conjunto de la propuesta la que se integre en nuestro entendimiento, como si de un cuadro puntillista se tratara la acción, la música, los personajes y el color forman un todo que construye el espectáculo. Pero entre el conjunto se esconden pequeños detalles con los que sorprenderse y disfrutar en la presencia genial de Willson: la pose de unas manos, una marioneta que crece conforme se acerca a nosotros para convertirse en la Reina de Saba de carne y hueso, el anciano como encarnación futura del santo eremita...

La dirección de actores es, también, otro gran elemento de su trabajo. Estamos ante una producción en la que todo está cuidado al milímetro. Nos da la sensación de que cada uno de los dieciséis cantantes/actores que deambulan por la escena están en el lugar exacto que deben de estar en cada momento. Los continuos movimientos, apariciones y desapariciones de todos ellos se suceden con naturalidad y gusto, con la simplicidad de lo profundamente elaborado y estudiado. En los últimos minutos la escena se transforma en algo más opresivo, se nota el peso de su presencia constante y se nota el peso de la propia pasión de San Antonio. Angustia vital, búsqueda descarnada.... la presencia de parte de la verdad en la forma de Hilarión conduce al personaje hacia la duda en sus propia convicciones. Una interesante reflexión de Bernice Johnson Reagon que no se limita a recrear el texto de Flaubert sino que “recrea” su propio punto de vista en variaciones interesantes y muy intensas. ¿Por qué la tentación para un hombre ha de ser una mujer, y no otro hombre? ¿Dónde está Dios? ¿En el alma? ¿No puede estar también en el cuerpo?

La música es arrolladora y constante. Partiendo del espiritual coral aparecen desgranados cantos y ritmos procedentes de toda la tradición musical heredera del primitivo canto de los esclavos: soul, cierto sonido funky, rithm and blues, gospel... Las voces de todos los cantantes –que actúan y que bailan- son sorprendentemente perfectas, cada una de ellas digna de ser solista y que en la conjunción del grupo logran desarrollar una partitura muy cuidada.

Un espectáculo distinto y sorprendente. Una aventura que rejuvenece al Festival Internacional de Santander que cada vez que nos trae propuestas ‘distintas’ –con todo lo que esta palabra puede significar.- logra éxitos y coherencia para con el presente.