“Laredo y su zarzuela. Aires de fiesta.”
Multitudinaria jornada de zarzuela en la Iglesia de Santa María de la Asunción de Laredo. Y la ocasión no era para menos: una obra de Alfonso Ruiz con ambiente marinero, pejino y la Coral Salvé de Laredo entonando los coros bien sabidos por la gente del lugar. ¿Populismo? ¡Que va! Popular.
El templo se llenó hasta no caber ni un alma, y el público acudía a la cita –primera del 33 Festival de Música Coral y de Órgano, propuesta firmemente fusionada con el Festival Internacional de Santander- con ganas de escuchar “su” música y de pasarlo bien, simplemente. De aplaudir al final de cada número y de cantar en los bises la barcarola laredana.
En la iglesia la Orquesta Filarmónica de Cluj, que empezó sonando algo confusa pero que, poco a poco, cargó su energía con el apoyo del respetable y terminó entregándose de forma irremediable. Mariano Rodríguez Saturio dirigió con corrección y muchas ganas, y los solistas, repartiéndose los roles de la pieza, fueron zarzueleros en formas y estilo –sin menospreciar el término, simplemente usado como adjetivo- arrancando bravos y sosteniendo los finales, casi siempre en fortísimo, para cosechar su trofeo en forma de aplausos.
José Manuel Díaz estuvo firme y potente, Alberto Núñez, con algún despiste, también desplegó un estruendo para nada desdeñable. Itziar Fernández de Tunda –sustituyendo a la anunciada Charo Picazo - cumplió con su cometido con delicadeza y mucho encanto. Carmen Ribera se llevó los más de los aplausos con una fuerza expresiva ganada a fuerza de darlo todo. En todos los casos, no hay felicidad absoluta ya saben, faltó algo más de oficio, o preparación o gusto, en los textos recitados. Locuciones sosas y en un estilo que, mirado desde otra perspectiva, bien pudiera ser asimilado con aquellas compañías de zarzuela que decenas de títulos en su maleta, recorrían los pueblos de nuestra geografía. Recitados de colegio, vamos.
Se trata de una obra sencilla, sin pretensiones y llena de lugares comunes propios en su género. Coplas, jotas y demás bailables junto a romanzas más líricas y melosas. Una partitura que, tal vez en otras latitudes pasaría completamente desapercibidas. Pero aquí, y más en este escenario gustó y mucho. Como gustó la Salvé de Laredo, esperada y respetada... casi venerada por todo un pueblo.
Jornada, repito de mi comienzo, de zarzuela y sobre todo de pueblo. Y no viene nada más que, en un mundo repleto de convenciones, la música encuentre en el público un fiel destinatario alejado de abrigos de pieles y falsas pretensiones de ser cultura. No viene nada mal recuperar el espíritu que tuvo en su momento el género propio –el chico, el grande, el sainete o la zarzuela- con escuchas y aprendizajes que convertían las partituras escritas en memoria del pueblo y la memoria musical de siempre en notas sobre un pentagrama.
Varios micrófonos recogieron la música y, a buen seguro como sucedió con La Galerna, su futurible edición en disco compacto hará que Alfonso Ruiz vuelva ser actualidad; o empiece a serlo. Y si es que el pop, con sus esquemas simplones y poco elaborados, logra toda la atención del comercio y los medios los argumentos musicales de estos títulos –un pop de hace muchos años- tiene más que de sobra para lograr lo mismo. Aires de fiesta para Laredo y una de sus zarzuelas.
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