“Teatro dentro del teatro”
Los premios Max avalaban la propuesta, y el público cántabro respaldó las dos representaciones de ‘París 1940’ con su presencia y aplauso este último fin de semana.
Ya sabemos que por estos escenarios son poco frecuentes las ovaciones prolongadas de parte un público que, bien por discreción bien por severidad de juicio, no se suele entregar a fondo con los artistas del escenario. Pero en el caso que nos ocupa –hablando de la función del sábado- largos fueron los minutos en los que las palmas alabaron el trabajo sobre el texto de Louis Jouvet ofrecido por la compañía de Josep María Flotats.
Y la cosa no fue para menos. La obra es realmente interesante, desvelándonos parte de esa magia que se esconde en los entresijos de la creación escénica. Asistir, furtivamente, al nacimiento de un personaje durante diversas clases sobre un fragmento del don Juan de Moliere. Pero para lograr interés y trascender hasta los asientos de platea es preciso que los intérpretes de esta interpretación –redundancia que me permito para hablar de teatro dentro del teatro- sean capaces de imitarse a sí mismos, ser capaces de actuar dentro de su propia actuación, casi de desnudar un poco de sus vidas.
Josep María Flotats logra esa magia y convertirse en un profesor que también enseña a la concurrencia lecciones que, parafraseando a él mismo, además de teatro lo son de vida. Mercè Pons hace un papel más difícil todavía, creciendo en escena para convencernos de lo sublime de su aprendizaje.
La producción es todo un tributo a Louis Jouvet. Incluso las notas al programa olvidan intencionalmente hablar de los actores que en ella participan para ceder su espacio al creador francés. Y tal y como aprendimos muchos en esta obra, la profundidad de su discurso bien lo merece.
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