“Una locura... bien cuerda”
La Filmoteca de Cantabria volvió a sustituir la habitual imagen proyectada sobre la pantalla blanca de su programación por la realidad interpretada en directo de un espectáculo escénico en su ciclo ‘Jó, que noche!. En esta ocasión con la presencia del tenor Enrique Viana y del pianista Manuel Burgueras y su ‘Locura de un tenor’ que se representó el pasado martes.
La propuesta, perfectamente asimilada por el escenario tan cercano e intimista de la sala de la calle Bonifaz, tenía mucho que ver con la ópera pero mucho más con el café teatro que se distinguía por la irónica forma de plantear sus argumentos. Una suerte de espectáculo sicalíptico que sustituyó los asuntos más atrevidos de esta forma de entender el género a comienzos del XX por el mundo de la música clásica y sus aledaños.
El inteligente guión escrito por el propio Viana es el artefacto literario que engrana las piezas de Bizet, Auber, Gounod, Rossini, Donizetti o Bellini. Engranaje cargado de intenciones y que atrapó al espectador por el camino de la risa –sonrisas y carcajada- en una elegante crítica muy ácida y que funciona a las mil maravillas. Sin tapujos ni medias tintas sino con toda la sinceridad posible que parece emanar de un Enrique Viana que ha volcado en esta propuestas un manantial de intenciones y de ‘espinas que sacarse’ para que otros no se pinchen con ellas. Así, de un plumazo –nunca mejor empelado el término- se pierde el respeto a las convenciones sociales en general y a la ópera en particular además de ofrecer, de una forma distinta, temas del repertorio que son digeridos por el respetable sin problema alguno. Esto hace más grande aún una idea que, de por sí ya lo es. Además de valiente y muy cuerdo.
Musicalmente, nada que objetar; muy al contrario la voz de Viana se fue desvelando en todo su esplendor a medida que las número se sucedieron. Fue actor cuando tenía que serlo y fue voz cuando la partitura hacía acto de presencia. Al piano Manuel Burgueras, que no sólo se limitó a acompañar con su música sino que actuó como contrapunto cómico en el guión dramático.
Si queremos buscar referentes podemos hacerlos en una especie de ‘Les ballets del Trocadero de Montecarlo’ en clave operística, aunque la única referencia a encontrar es el talento creativo de un tenor con ganas de escenario y muchas cosas que decir –y otras tantas que cantar-.
Divertido y diferente, muy entretenido y, también en parte, necesario para abrir nuevas puertas y caminos para llegar a la música clásica. Por un nuevo público –o por más número de él-.
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