Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

lunes, abril 07, 2003

“¿Dónde se mete el público?”

La programación de música clásica del Palacio de Festivales comenzó este año con algo de retraso pero con una propuesta muy interesante. Es cierto que si miramos el programa anual de este escenario las propuestas exclusivamente dedicadas a la clásica –al margen del Ciclo Música a Escena, claro está- no son muy abundantes. Pero del mismo modo es justo reconocer que todas ellas son de una calidad más que encomiable.

Y para poner en marcha este ciclo se contó con la participación de la Orquesta de Cámara ‘I Virtuosi di Praga’ bajo la dirección de Peter Schreier que también hizo las veces de solita en dos de las obras. El programa estuvo dedicado a Bach, un clásico entre los clásicos pero que no deja de ser apasionadamente interesante entregarse una y otra vez a su escucha.

Tal vez por todo ello no acabe de entender el por qué de la media entrada –tal vez algo más- que acudió la noche del pasado sábado a la Sala Argenta. Y es que estoy seguro que esta misma orquesta con este mismo programa sería para colgar el letrero de ‘no hay billetes’. Y me planteo si acaso el aficionado a la música no quiere acudir a ver en directo lo que escucha en disco, o tal vez sea que no se entera o –Dios no lo quiera- la cultura hay que medirla con un metro social y acudir cualquier sábado al palacio no tiene el empaque de cuando se hace en fechas estivales. Y es una pena que siga lamentando desde estas página asientos vacíos que nos hablan de personas que se han perdido un buen espectáculo. Tal vez este no sea mi trabajo, pero ¡que demonios!, me fastidia: ¿dónde se mete el público cuando se le necesita?.

En el plano musical la Orquesta sonó a las mil maravillas. Mucha coherencia y empaste en versiones agradables y muy trabajadas de algunas de las piezas más conocidas de Bach –dicho sea de paso, este autor tiene muchas dentro de esta categoría-. La dirección de Meter Schreier se demostró atenta, aunque permítanme sacar algún pero -¿será este mi trabajo?-.

Cuando el maestro Schreirer decidió cantar y dirigir al mismo tiempo –infrecuente valentía-, sobre manera en la primera de sus dos intervenciones vocales, perdió el tino el acompañamiento instrumental y su registro vocal demostró no ser lo que era. El segundo pero se le adjudico al Concierto para dos violines que abrió la segunda parte, pues pareció no haber acuerdo en criterios de afinación entre ambos solistas. Dos ‘peros’ que deslucieron tan solo un poco este magnífico concierto, pues insito en mi opinión primera –si, creo que este es mi trabajo- en que el resultado fue francamente delicioso.