Selección de críticas del musicólogo Gustavo Moral Álvarez

jueves, agosto 31, 2006

“Dutoit y la Royal Philharmonic”

Las etapas se van sucediendo y a todo comienzo le llega su final. Así, el Festival Internacional de Santander propuso su cierre a la edición 55 con la presencia de la ‘Royal Philharmonic Orchestra’ dirigida por Charles Dutoit. Un encuentro sinfónico que colmó las expectativas de un público que, una vez más en la clausura, llenó hasta la bandera la Sala Argenta del Palacio de Festivales.
Como es costumbre, las últimas jornadas del Festival nos ofrecen cada verano la oportunidad de escuchar a grandes formaciones orquestales dirigidas por carismáticos nombres del mundo de la música. Orquestones, en tamaño, historia y resultados, que gustan y hacen vibrar a una audiencia llena de ganas de este tipo de repertorio tan inusual el resto del año en nuestros escenarios. El programa nos brindó obras de Sibelius, Stravinsky y Tchaikovsky, en todos los casos con un alto nivel interpretativo y el sonido compacto y redondo de una formación estable desde hace tanto tiempo.
La Suite Karelia del nórdico resultó un enérgico arranque para la velada. Los ingleses imprimieron dinámicas bien diferenciadas y un empaste admirable en la sección de cuerdas. Su sonido fue, en este momento y a lo largo de todo el concierto, brillante y afilado, sin sufrir la carga de ser una formación de casi un centenar de instrumentistas supo moverse con la soltura exigida por la peculiar batuta de Dutoit. El ‘Concierto para violín’ de Stravinsky nos presentó a la solista Chantal Julliet que desarrolló con muy buena técnica la compleja partitura del creador de ‘El pájaro de fuego’. Tal vez el sonido de su instrumento resultara un punto pequeño en relación con el conjunto lo que confirió un carácter algo plano a un concierto que, realmente, no fue así. La propia esencia de esta pieza exige tanto de su intérprete que nos acostumbramos rápido a las dificultades y el virtuosismo desde el principio.
En la segunda parte la hermosa ‘Sinfonía nº 4’ de Tchaikovsky. Obra rotunda y pedagógica, sobre el sonido y las secciones de una orquesta, que conmovió una vez más a la audiencia despertando el aplauso torrencial al final de la última nota. La orquesta profundizó en sus capacidades y nos dejó un buen sabor de boca para esta última jornada. Igual con el bis de Glinka que arrancó como había sucedido con el concierto: con el estrépito de un Scherzo vibrante y potente.
Les decía más arriba que Charles Dutoit era peculiar en la dirección. Su batuta estuvo atenta a las necesidades de la partitura pero con un gesto grácil, casi bailable, que ayudó perfectamente a seguir la música también en sus manos. La sonrisa y la aparente proximidad con los músicos fue agradable en un punto festivo y amable. Entendió las obras, las hizo entender y sacó un gran sonido de los de la Royal Philharmonic. ¿Qué más se puede pedir? Al escuchar la última nota del bis se me cruzó por la mente un pensamiento: esta será la última sinfónica que escuchemos por aquí hasta el año que viene. Qué lata.